Una carta escrita por Marc Barnes en su blog Bad Catholic, y traducida por la gente de Contra Babel.
La Administración Obama nos acaba de decir a los católicos de los Estados Unidos, “¡Al Diablo con ustedes!” – S.E. David Zubik, Obispo de la diócesis de Pittsburgh
Señor Presidente:
Estoy plenamente consciente estos son días en que el gobierno federal es – para efectos prácticos – ilimitado en su poder. En su forma actual, usted – Señor – puede detener a cualquier ciudadano americano sin el debido proceso simplemente por sospecha que ser un terrorista, por arte de magia logró convertirse en Presidente del Consejo de Seguridad de las Naciones Unidas sin la aprobación del Congreso – a pesar del incómodo artículo 1.9 de la Constitución – y usted – junto con la FCC [Federal Communications Commision, por sus siglas en inglés, N. del T.] – parecen pensar que la Internet es suya para poder regularla. Ahora estoy seguro que ese repentino crecimiento de poder fue visto como necesario, apropiado y genial por todos sus colaboradores, y así me uno a su aplauso (pero de aquellos molestos, de esos aplausos irónicos que continúan mucho después que todos los demás han terminado).
Por que hay algunos de nosotros – si, incluso algunos de sus muy pero muy felices votantes jóvenes – que tiene curiosidad en cuanto a si la Constitución sigue significando algo en absoluto. Recuerdo claramente sostenerla como arma ante la injusticia, pero ahora estoy comenzando a verla con cierta vergüenza, como un púber podría considerar a su abuela en Facebook, quien comenta en sus intentos por atraer chicas con cosas como: ¡Solo recuerda la castidad!
La Constitución hace una afirmación radical: “[El] Congreso no hará ley alguna respecto al establecimiento de una religión…” una afirmación a la cual su administración se ha adherido. Pero en cambio, no puede usar la primera parte de la Cláusula de Establecimiento sin la segunda parte, que dice: “… o prohibir el libre ejercicio de las mismas.” (De forma similar, no puedes tomar a tu esposa “en la salud” sin el agravante de “y en la enfermedad) Usted no está autorizado a establecer una religión de estado y no puede prohibir el libre ejercicio de la religión. Simplemente, no puede.
De lo contrario, usted es un Tirano. Ahora, lo sé, ¿Tirano? (rápido, etiquete a la persona como un ultra-super-neo-conservador del Tea Party y prohíbale entrar a las filas de ancianos que sostienen los signos de Ayn Rand [escritora y filósofa norteamericana, N. del T.] de forma que no tengamos de sostener un rebate racional)
Tengo 18 años.
Poseo una MacBook, un blog y un chaleco suéter
Ni siguiera me gusta el capitalismo.
Así que hágame el favor de tomarme en serio. Ser un tirano no es necesariamente algo positivo o negativo aunque sé que la palabra esta cargada de una connotación no tan agradable. Es simplemente una cuestión de definición. Un tirano, de acuerdo con el diccionario Merriam – Webster, es “un gobernante absoluto no limitado por la Ley o la Constitución”. Si usted prohíbe el libre ejercicio de la religión, esta actuando fuera de los límites de la Constitución, lo convierte, en consecuencia, en un tirano. Fin de la historia.
En caso de duda ante mi afirmación, se lo diré claramente: Sostengo que usted está prohibiendo la libre práctica del catolicismo y es, por tanto, categóricamente hablando, un tirano.
¿En qué consiste la prohibición del libre ejercicio de la religión? Obviamente, podría consistir en la prohibición de ciertas prácticas religiosas. Alguien podría prohibir a los judíos practicar la circuncisión. Pero es igualmente cierto que sería prohibir el libre ejercicio de la religión si se forzase a los judíos a comer tocino. Ambas opciones serían tramposas: El libre ejercicio de la religión es violentado tanto por lo que se le quita a una religión como por lo que se obliga hacer a una religión. Si los miembros de una religión son obligados por su gobierno a hacer actos contrarios a sus creencias, no serían más libres que los perros.
El catolicismo, la anticuada y moribunda religión sin muchos miembros – ¡Oh!, espere, quiero decir la forma de cristianismo mas grande de América y la religión mas extendida del mundo – enseña que el uso de contraceptivos artificiales y la esterilización están mal y, por tanto no permite a sus instituciones proveerlas. Aquí es donde todo el mundo resbala y pierde de vista el argumento, por lo que déjeme ser absolutamente claro: No estoy argumentando si el uso de los contraceptivos artificiales esta mal. Lo creo y firmemente, pero este no es el momento ni el lugar para discutir este punto.
De hecho, sería mejor para todos – incluidos los católicos – el pensar que estas enseñanzas católicas en particular como tontas, arrogantes y no aptas para el pensamiento moderno. Piense en estas enseñanzas como podría pensar en la prohibición judía de la carne de cerdo o la creencia hindú de que la vaca es sagrada. ¿Por qué? Debido a que la prohibición de libre ejercicio de la religión no estaría permitida en caso en el que usted este en desacuerdo con la religión, no importa que tan vehementemente lo esté, a menos que dicha religión esté violando directamente los derechos del individuo.
Por ejemplo, yo discrepo con la creencia de los cuáqueros [confesión religiosa protestante fundada en Inglaterra por George Fox, N. del T.], quienes bajo ninguna circunstancia pelearían una guerra. Mi desacuerdo no me permitiría – si estuviese en una posición de poder – forzarlos a pelear. Apropiadamente, el gobierno respeta las creencias de los cuáqueros así como respeta a los objetores de conciencia.
Entonces, ¿por qué cree el gobierno que está autorizado para forzar a las instituciones católicas – incluida mi escuela – a proveer la cobertura de contracepción artificial en sus planes de seguro de salud tal y como la US Health and Human Services [Secretaría de Salud y Servicios Humanos de los E.E.U.U., N. del T.] les ha ordenado que tienen que hacer para fines de este año? ¿Qué es esto sino la prohibición del libre ejercicio de la religión? Respuesta corta: Es el impedimento del libre ejercicio de la religión así como una prohibición despreciable, inconstitucional, completamente ilegal, vergonzosamente torpe y muy, muy estúpida por cierto. Recorreré brevemente los argumentos a su favor:
Pero es necesario. Las mujeres necesitan la contracepción.
No existe ningún argumento de necesidad: De acuerdo con el Reporte de Uso de Contraceptivos en Estados Unidos 2010 del Instituto Guttmacher, “Nueve de cada diez planes de seguro de empleadores cubren una ampliar gama de contraceptivos con receta” y que la misma Kathleen Sebelius [Secretaria de Salud y Servicios Humanos, N. del T.] ha señalado que incluso donde los contraceptivos no están cubiertos, “los servicios de anticoncepción están disponibles en lugares tales como centros comunitarios de salud, clínicas públicas y hospitales” por no mencionar las farmacias y los consultorios médicos. Y, además, las mujeres no necesitan anticonceptivos. Entiendo que el empleador este obligado a proporcionar cobertura de medicamentos relacionados con la salud. Lo que no entiendo es la razón del porqué los empleadores están obligados a proveer drogas que garanticen a la gente placer “libre de responsabilidades”. Nuevamente, no estoy argumentando si el “sexo sin consecuencias” es bueno o malo, simplemente estoy señalando que no es necesario.
Simplemente no los uses
Uno no puede sostener el argumento que mientras los católicos tienen el derecho a elegir no usar anticonceptivos personalmente, no se les debería permitir el negárselos a otros tanto como no se puede sostener a su vez que los judíos no tienen que consumir carne de cerdo pero se obligue a sus restaurantes a servir dicha carne. Ningún hombre esta obligado a dar a otro lo que él cree que es moralmente repulsivo, a menos que no dárselo interfiera con los derechos del otro.
Pues bien, ¡no proporcionar contraceptivos gratuitos viola los derechos de las mujeres!
No, no lo hace. No sólo por que la mujer puede obtener contraceptivos en cualquier parte, sino por que no existe, en última instancia, un “derecho a la anticoncepción”. ¿Y por qué lo habría? Sé que nuestro mundo es idiota y machista hasta el punto que vergonzosamente cree que la mujer no puede prevenir el embarazo sin píldoras pero, en cambio, si pueden. De hecho, si eres una mujer la que lee esto, es probable que estés previniendo el embarazo (de lo contrario, replantea su vida sexual). Por lo tanto, un proveedor de atención médica que no provea libre acceso a la anticoncepción artificial no está condenando a la mujer al embarazo – ¡que horror! – mas de lo que no proporcionar píldoras para adelgazar las condenaría a la obesidad.
¡Pero todo el mundo tiene que hacerlo!
No, no tienen que hacerlo. Ed Whelan, en la National Review Online, señala que “los patrones que empleen menos de 50 empleados a tiempo completo durante el año precedente no están obligados a proporcionar cobertura de seguro de salud a sus trabajadores bajo el Obamacare. 26 U.S.C. § 4980H(c)(2). Al igual que los patrones con seguros de derechos adquiridos, tampoco tienen obligación de proveer seguros que cubran anticonceptivos y abortivos y no enfrentan sanción alguna por ello”. El gobierno reconoce que no hay una necesidad imperiosa de cobertura anticonceptiva, ciertamente no hay necesidad suficiente para forzar a las compañías mas pequeñas a proporcionar cobertura de anticonceptivos. ¿Cual es la prisa para forzar a las instituciones católicas a proporcionar contraceptivos? ¿Por qué esta bien para pequeñas compañías que no tienen opinión en la materia continúen sin proveer anticonceptivos mientras que instituciones que rechazan tajantemente el uso de anticonceptivos sin deben hacerlo? ¿Exceso de estupidez? ¿Una agenda?
Ahora, estoy seguro de que mas objeciones podrían surgir pero la Internet es corta y debo ser breve. Por lo tanto:
Sr. Presidente, la Iglesia Católica nunca obedecerá este mandato. Ni aún con todos los poderes del infierno ahogándonos por el cuello. Sé que la doctrina moral puede parecer algo extraña y antigua a su administración, pero entienda que como católicos, estamos obligados a desobedecer las leyes injustas. Es un mandamiento. Es nuestro deber. ¿Entiende Ud. la gravedad del ultimátum que acaba de hacer? Usted ha puesto a los fieles católicos en una posición en la que debemos escoger entre obedecer su mandato y obedecer a Dios. Cumplir con lo ordenado por la HHS será considerado un pecado. Independientemente que como vea Usted sus propias acciones, no ignorará fácilmente el como la Iglesia las verá – como un ataque a su rebaño. Imponga el mandato a las instituciones fieles y dichas instituciones cerrará sus servicios. Obligue a nuestros hospitales, universidades, escuelas y conventos y asumiremos las consecuencias de mirarlo a los ojos a Usted, Sibelius y a todos los demás y decirles “No”. Pues resulta que a la Iglesia le importa un pepino lo que piense Usted – nunca le han importado los poderes de este mundo – y resistirá con todas sus fuerzas. Para ser aún más breve y para decir lo que los obligados por la política no pueden: Atrévase.
El Arzobispo Timothy Dolan señalo que: “Los Amish no tienen seguro de salud. El gobierno respeta sus principios. La Ciencia Cristiana busca curar sólo con la oración y la nueva reforma a la ley de salud les respeta. Los Cuáqueros y otros rechazan matar incluso en tiempo de guerra y el gobierno respeta el principio de objeción de conciencia. Por sus decisiones, la administración Obama ha fallado en mostrar el mismo respeto a la conciencia de los católicos y otros que objetan el tratar al embarazo como una enfermedad”. Si el gobierno federal puede obligar a los católicos a actuar contra su conciencia, entonces puede forzar a cualquiera, judíos, musulmanes, hindúes, budistas y ateos por los mismos lastimosos razonamientos.
Señor Presidente, retírela.
Muy atentamente,
Marc Barnes, estudiante y ciudadano