Esta página pretende ser un punto de referencia para el análisis de la realidad política nacional desde una perspectiva católica. Está página no pretende inducir el voto de los colombianos hacia ningún candidato específico sino proveer información respecto de la postura de los candidatos frente a la moral cristiana. Esta página no tiene ningún vínculo con el Episcopado de Colombia más allá de los sacramentos recibidos por sus integrantes.
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jueves, 25 de octubre de 2012
Mónica Roa y lobby del aborto orquestan maniobra internacional contra Procurador de Colombia
miércoles, 24 de octubre de 2012
"Las clínicas y hospitales católicos no practicarán nunca abortos ni eutanasias", dice Secretario Adjunto del Episcopado Colombiano
domingo, 21 de octubre de 2012
Colombia, gravemente amenazada por la eutanasia
Distorsionando la doctrina cristiana
La votación
"Los médicos están para curar, no para matar"
Si se tiene en cuenta que la eutanasia no es un acto médico, el Congreso -al igual que la Corte Constitucional- se extralimitaría en sus funciones si impusiera a los médicos esa obligación.Según la Corte, el médico es el llamado a practicar la eutanasia porque "es el único capaz de suministrarle (al paciente) la información y de brindarle las condiciones para morir dignamente". No veo qué tiene que ver lo uno con lo otro.El médico puede explicarle su condición terminal, pero eso no lo convierte en la persona idónea para quitarle la vida. No se necesita ser médico para eso, ni para apagar un ventilador mecánico (oprimir un simple botón), ni para aplicar una inyección letal. Cualquiera puede hacerlo.Los médicos existimos para defender el valor de la vida y restablecer la salud de nuestros pacientes; no tratamos personas porque ellas tengan el derecho a la vida o no; las tratamos porque están vivas.Poner al médico a matar a sus pacientes es lo mismo que poner a los policías a robar a los ricos para alimentar a los niños pobres. Aunque la causa parezca noble, la verdad es que los policías no roban y los médicos no matan, aunque sus pacientes lo pidan.No hay argumentos éticos médicos legítimos que permitan al médico matar. Pretender eso es pretender legitimar moralmente (haciendo uso indebido del aura moral de rectitud inherente al médico) un acto antinatural y contrario a la misión vocacional del médico.Sé por experiencia que los pacientes no quieren morirse realmente, sino que se les preste atención, aunque solo sea para matarlos. Su soledad no es una enfermedad terminal.Si el Estado quiere la eutanasia a cualquier costo, entonces que también a cualquier costo abra el espacio jurídico para que sea un verdugo de oficio quien lo haga, o que permita a los familiares ejecutarla ante un notario. Son ellos, y no el médico, quienes deben responder ante la sociedad, ante su familia y ante sus conciencias.De esto último debería tomar nota el magistrado Jaime Arrubla, expresidente de la Corte Suprema de Justicia. Lo acompaño en su dolor por la penosa e infortunada enfermedad de su señora esposa, recientemente fallecida, pero le exijo también, como médico y en representación de los médicos decentes de Colombia, que en su lucha jurídica en favor de la eutanasia entienda responsable y consecuentemente, como le corresponde, que quien desee la muerte de su familiar enfermo terminal no exija que sea el médico quien lo haga por él.
La tentación del poder, por P. Raniero Cantalamessa
Jesús decía que habría podido pedir al Padre doce legiones de ángeles para derrotar a los enemigos que estaban a punto de acudir para crucificarle (Mt 26,53), pero prefirió rogar por ellos. Y fue así que logró su victoria
«Entonces Jesús, llamándoles, les dijo: “Sabéis que los que son tenidos como jefes de las naciones, las dominan como señores absolutos y sus grandes las oprimen con su poder. Pero no ha de ser así entre vosotros, sino que el que quiera llegar a ser grande entre vosotros, será vuestro servidor, y el que quiera ser el primero entre vosotros, será esclavo de todos”». Después de aquél sobre las riquezas, el Evangelio de este domingo nos da a conocer el juicio de Cristo sobre otro de los grandes ídolos del mundo: el poder. Tampoco el poder es intrínsecamente malo, como no lo es el dinero. Dios se define a sí mismo «el omnipotente» y la Escritura dice que «el poder pertenece a Dios» (Sal 62, 12).Ya que, sin embargo, el hombre había abusado del poder que se le concedió, transformándolo en dominio del más fuerte y en opresión del débil, ¿qué hizo Dios? Para darnos ejemplo se despojó de su omnipotencia; de «omnipotente» se hizo «impotente». «Se despojó de sí mismo, tomando la condición de siervo» (Flp 2, 7).Transformó el poder en servicio. La primera lectura del día contiene una descripción profética de este salvador «impotente»: «Creció como un retoño delante de él, como raíz de tierra árida. Despreciado y deshecho de hombres, varón de dolores y sabedor de dolencias».Se revela así un nuevo poder, el de la cruz: «Ha escogido Dios más bien lo necio del mundo para confundir a los sabios» (1 Cor 1, 24-27). María, en el Magnificat, canta anticipadamente esta revolución silenciosa obrada por la venida de Cristo: «Derribó del trono a los poderosos» (Lc 1, 52).¿Quién es puesto bajo acusación por esta denuncia del poder? ¿Sólo los tiranos y dictadores? ¡Ojalá así fuera! Se trataría, en este caso, de excepciones. En cambio nos afecta a todos. El poder tiene infinitas ramificaciones, se mete por todas partes, como cierta arena del Sahara cuando sopla el viento siroco. Hasta en la Iglesia. El problema del poder no se plantea, por lo tanto, sólo en el mundo político. Si nos quedamos ahí, no hacemos más que unirnos al grupo de los que están siempre dispuestos a dar golpes, por sus propias culpas... en el pecho de los demás. Es fácil denunciar culpas colectivas, o del pasado; más difícil las personales y del presente.María dice que Dios «dispersó a los soberbios de corazón; derribó del trono a los poderosos» (Lc 1, 51 s.). Ella señala implícitamente un ámbito preciso en el que hay que empezar a combatir la «voluntad de poder»: el del propio corazón. Nuestra mente («los pensamientos del corazón») puede convertirse en una especie de trono en el que nos sentamos para dictar leyes y fulminar a quien no se somete. Somos, al menos en los deseos si no en los hechos, los «poderosos en los tronos». En la familia misma es posible, lamentablemente, que se manifieste nuestra voluntad innata de dominio y atropello, causando continuos sufrimientos a quien es víctima de ello, frecuentemente (no siempre) la mujer.¿Qué opone el Evangelio al poder? ¡El servicio! Un poder para los demás, no sobre los demás. El poder confiere autoridad [en el sentido de dominio. Ndt], pero el servicio confiere algo más, autoridad que significa respeto, estima, una ascendencia verdadera sobre los demás. Al poder el Evangelio opone también la no-violencia, esto es, un poder de otro tipo, moral, no físico. Jesús decía que habría podido pedir al Padre doce legiones de ángeles para derrotar a los enemigos que estaban a punto de acudir para crucificarle (Mt 26,53), pero prefirió rogar por ellos. Y fue así que logró su victoria.El servicio no se expresa, sin embargo, siempre y sólo con el silencio y la sumisión al poder. A veces puede impulsar a alzar valientemente la voz contra el poder y contra sus abusos. Así lo hizo Jesús. Él experimentó en su vida el abuso del poder político y religioso de la época. Por ello es cercano a todos cuantos, en cualquier ambiente (en la familia, en la comunidad, en la sociedad civil), pasan por la experiencia de un poder malo y tiránico. Con su ayuda es posible, como hizo Él, no «sucumbir al mal», más aún, vencer «el mal con el bien» (Rm 12, 21).
sábado, 20 de octubre de 2012
Defendiendo el Derecho Humano a la Vida en Latinoamérica
El grupo Americans United for Life ha publicado el libro "Defendiendo el derecho humano a la vida en Latinoamerica".
El libro presenta una propuesta legislativa para ser considerada desde la realidad socio-política de los países latinoamericanos y hace una exposición de cómo se ha desarrollado jurídica y políticamente el tema del aborto analizando de forma particular los casos de Honduras, Colombia, Brasil, Paraguay, Argentina, Chile y a México.
La organización ha puesto el libro en internet de forma gratuita y puede ser descargado desde este Enlace.
Red Familia Colombia se pronuncia sobre la Cátedra Obligatoria de Género
Hace aproximadamente dos meses, fue radicado (por un grupo de congresistas pro-ideología de género) en el Senado de la República de Colombia, el Proyecto de Ley que crea una cátedra obligatoria en todos los establecimientos educativos, públicos o privados en los niveles de la educación pre-escolar, básica y media.Al leer el proyecto de ley y en especial la exposición de motivos la sensación para el lector corriente (es decir para nosotros, padres de familia “desprevenidos”) es que el proyecto de ley es estupendo porque el argumento fundamental esgrimido es: “Crear una cátedra de género de enseñanza obligatoria en los niveles de educación pre-escolar, básica y media, que permita romper el desarrollo de la cultura machista, patriarcal y violenta desde el inicio de la formación de nuestros niños, niñas y adolescentes”, de igual modo toda la exposición de motivos está escrita con argumentos y con un lenguaje similar muy convincente.Los padres de familia partimos de un supuesto de buena fe de quienes redactan este tipo de proyectos, sin embargo la realidad es totalmente distinta. La redacción empleada en estos proyectos de ley corresponde a técnicas de manipulación de masas que corresponden a los últimos adelantos en ingeniería social: es decir escribir para convencer a los lectores empleando algunos contenidos legítimos por un lado pero por otro lado, palabras cuyos significados no corresponden para nada a los que los lectores tienen. Por ejemplo las palabras familia, valores y principios, educación y otros corresponden a definiciones de la “nueva ética mundial” fundamentadas en la ética postmoderna (ética fundamentada en las revoluciones feminista y sexual, que la mayoría de padres de familia desconocemos por completo).Una interpretación adecuada del proyecto solo se puede hacer en la medida en que se entienda como se llegó al mismo es decir entendiendo todo lo que está detrás del mismo porque si no de otro modo pareciera un proyecto de ley estupendo y cualquiera pensaría que es un aporte sustancioso a la educación colombiana. Se debe entender que quienes lo redactaron aun cuándo parecieran tener un propósito de servir al bien común sin embargo están al servicio de quienes los presionan para presentar este tipo de proyectos. El proyecto de cátedra de género no es un invento del grupo de congresistas que firman el proyecto, ni representa el interés del pueblo colombiano sino que quienes firman el proyecto se “prestan generosamente” a los grupos de presión (especialmente ONG´s) que vienen haciendo lo mismo en la mayoría de los más de 190 países que firmaron acuerdos con la Organización de Naciones Unidas (ONU). Colombia simplemente firmó un compromiso con la ONU que “debe respetar”.En resumen este proyecto es extremadamente peligroso porque pretende imponer como obligatoria la cátedra de género (impuesta ya en un gran número de países) y que no es más que un adoctrinamiento ideológico (en ideología de género) violando el derecho de los padres a decidir el tipo de educación que sus hijos deben recibir. Las consecuencias para la juventud son devastadoras ya que se convierten en ciudadanos adoctrinados con una ideología fundamentada en la ética postmoderna al servicio del Estado laico (que no es un Estado neutro), destructora de la familia nuclear, de la familia conformada mediante el matrimonio entre un hombre y una mujer y del ser humano integral que pasa a ser un simple ciudadano cumplidor de la ley, productor y consumidor al servicio de los intereses económicos y políticos de quienes están detrás de este proyecto: la ONU con su Declaración del Milenio (año 2000) al servicio de la élite del poder global.
viernes, 12 de octubre de 2012
Mons. Rubén Salazar, presidente de la CEC, pide no aprobar eutanasia
BOGOTÁ, 12 Oct. 12 / 12:23 am (ACI/EWTN Noticias).- El Presidente de la Conferencia Episcopal Colombiana (CEC), Mons. Rubén Salazar, llamó a los legisladores a no aprobar el proyecto que reglamenta la eutanasia porque no se puede legalizar “un derecho a decidir sobre la muerte de otras personas”.
“¿Qué es morir dignamente, ponerle al enfermo terminal una inyección letal o un veneno? Eso es una falacia”, expresó el Prelado, en referencia al proyecto aprobado en primer debate en la Comisión Primera del Senado y que ahora deberá pasar al pleno.
Mons. Salazar pidió al Congreso estudiar esto “con mucha seriedad, con mucha profundidad, no vayan con argumentos periféricos. Hay engaños, hay falacias”.
El Presidente de la CEC también se refirió a los proyectos legislativos para despenalizar el aborto. “El aborto no puede ser un derecho de las mujeres. Ellas no pueden ellas decidir sobre la vida del feto”, advirtió.
El proyecto para reglamentar la eutanasia para mayores de 18 años con enfermedad terminal fue presentado por el senador Armando Benedetti. Esta práctica fue autorizada por la Corte Constitucional en 1997. Sin embargo, no entró en vigor justamente por la falta de reglamento.
jueves, 11 de octubre de 2012
Por el derecho a vivir dignamente, por P. Pedro Mercado Cepeda
Artículo del Padre Pedro Mercado Cepeda, Secretario Adjunto de la Conferencia Episcopal para las relaciones con el Estado.
Aunque no comparto el contenido del proyecto legislativo sobre eutanasia, considero muy conveniente que este tema sea debatido en el Congreso, de cara al pueblo colombiano.
Todo ser humano aspira a la felicidad y al bien. Por ello, reacciona con natural aversión a padecer una muerte en condiciones de particular dolor o sufrimiento. Ese natural rechazo no justifica, sin embargo, que pueda suprimirse una vida humana. Hasta su término natural, la vida es un bien que debe ser amparado por el Estado. Ninguna circunstancia puede convertir en legalmente aceptable el hecho de causar, intencionalmente, la muerte a un ser humano. El derecho a la vida es constitucionalmente inviolable.
Creo que la propuesta legislativa que hoy se debate en el Congreso tiene un enfoque discutible. Más que legislar por la supresión de la vida, el Congreso debería favorecer en las instituciones de salud unas condiciones que hagan del proceso natural de la muerte una realidad adecuada a la dignidad de todos los colombianos.
¿Cómo hacerlo? En primer lugar, a través de una reforma profunda del sector salud, donde miles de colombianos deben luchar por permanecer en vida más que por poder morir. En segundo lugar, brindando mayores beneficios a los enfermos crónicos o terminales a través de subsidios y cuidados paliativos adecuados a sus circunstancias. Esta última, es una recomendación emanada por la 38ª Asamblea de la Asociación Médica Mundial, como vía alternativa a la introducción de la eutanasia y del suicidio asistido en las legislaciones estatales.
miércoles, 10 de octubre de 2012
Aprobado el PAL 70/12 S (Eutanasia) en primer debate
Como lo veíamos predecible, la Comisión I de Senado aprobó el PAL 70/12 S, que legaliza la eutanasia, en primer debate. La Comisión I de Senado es donde el Partido Liberal y el Polo Democrático poseen mayor representación en todo el Congreso. Ahora el proyecto pasará a segundo debate en la Plenaria de Senado.
Aparte de los argumentos comunes (muerte digna, libertad de decidir, mejor morir que sufrir, etc.) es notorio que aún senadores como Carlos Enrique Soto y Armando Benedetti, dijeran considerarse católicos a pesar de votar a favor de la eutanasia. Creo que cada vez se hace más necesario un pronunciamiento claro por parte de los obispos colombianos que reafirme lo que ya ha sido establecido por el Papa y por obispos de otros países: Que el político que con sus acciones apoye iniciativas contra la vida o contra la familia ha rechazado su fe, y ha perdido la comunión con la Iglesia.
Es también de resaltar que el Senador Avellaneda haya recurrido al tradicional problema del mal para entrar en disputa teológica diciendo que si Dios pretende obligar a una persona a sufrir entonces es un Dios injusto que no puede existir. Resulta más evidente que, contrario al alegato habitual por parte del progresismo, la cuestión religiosa está cada vez más viva en el país. Les resultará más difícil negar una realidad patente: que una acción política siempre responderá a una moral determinada.
Es imprescindible subrayar algo que se alcanzó a percibir en este debate y que también se encuentra de fondo en el tema del aborto: Que estamos perdiendo el significado mismo de la vida como continuidad en el tiempo, y peor aún, en su naturaleza trascendente. Tanto el debate del aborto como el de la eutanasia elevan la decisión por encima de la vida, es decir el instante por encima de lo duradero. La consecuencia es que en el instante la vida desaparece, y el ser humano no se distingue bien de lo inerte.
El proyecto pasó a debate en la Plenaria de Senado, donde tendremos condiciones mucho más favorables, pues los sectores progresistas tienen menor peso relativo.
Publico el resultado de la última votación, la del Título y la Pregunta acerca de si los senadores desean que el proyecto continúe su tramite para convertirse en Ley. A esta habría que agregarle al Senador Juan Manuel Galán que a pesar de estar ausente en las últimas votaciones, votó afirmativamente el Informe de Ponencia.
lunes, 8 de octubre de 2012
El falso pluralismo de Uprimny
¿Será posible que en Colombia logremos algún acuerdo democrático para adoptar una política criminal razonable sobre el aborto, que cuente con apoyos sociales y políticos amplios?
-Primero, nadie está defendiendo la posibilidad de que se obligue a una mujer a abortar. Toda mujer que desee continuar su embarazo, incluso si fue fruto de una violación o si pone en riesgo su salud o su vida, tiene el derecho a hacerlo.-Segundo, nadie está planteando que el aborto sea algo deseable o banal. La decisión de interrumpir el embarazo es siempre difícil y dolorosa.
-Los dos puntos anteriores llevan igualmente a un tercer punto de acuerdo: todos quisiéramos disminuir la cantidad de abortos, previniendo los embarazos indeseados pues obviamente el aborto es en la casi totalidad de los casos consecuencia de un embarazo no deseado.
-Cuarto, nadie está en principio en contra de los derechos de las mujeres o a favor de la discriminación de las mujeres pobres. Quiero creer que quienes defienden la penalización severa del aborto lo hacen porque absolutizan la protección de la vida en formación, y no porque intrínsecamente quieran ocasionar sufrimiento a las mujeres embarazadas o discriminar a las más pobres de entre ellas.
-Quinto, nadie está defendiendo el aborto en cualquier circunstancia. Nadie aceptaría que una mujer, por su simple voluntad, decidiera abortar a los sietes meses, sin una razón imperiosa que justificara esta opción, como un grave riesgo a su salud. Al menos yo no aceptaría esa hipótesis pues -pese a que defiendo el derecho de las mujeres a decidir - creo que pasado cierto umbral de desarrollo, el feto adquiere ciertos caracteres propios de una persona, como su capacidad de experimentar dolor o de vivir por fuera del útero, que hacen que la protección de esa vida en formación, que es ya casi una persona, tienda a predominar sobre algunos de los derechos de la mujer gestante.
-Y esto me lleva un último punto, que es ya más polémico, pero que podría dar pie al acercamiento. Podríamos estar de acuerdo en que esa vida en formación, que es el óvulo fecundado implantado en el útero y que atraviesa distintas fases de desarrollo, tiene un valor creciente, esto es, que no le otorgamos el mismo valor al óvulo recién fecundado que al feto de siete meses. Y esto tiene que ver con el hecho de que, a medida que se desarrolla, el cigoto, el embrión y luego el feto van adquiriendo los atributos propios de una persona humana, mientras que antes carecen de muchos de ellos. Por ejemplo, la capacidad de sentir es razonablemente un atributo esencial de la persona. Ahora bien, la ciencia tiene claro que un feto de menos de 24 semanas no experimenta ningún dolor pues carece de las conexiones suficientes entre el córtex cerebral y los nervios periféricos, como lo reiteró el año pasado, el “Colegio Real de Obstetras y Ginecólogos” del Reino Unido en su informe sobre “conciencia fetal” (fetal awareness).
-Primero, la penalización del aborto, tanto en Colombia como en los países que tienen un régimen punitivo severo, no parece tener mucha eficacia ni para prevenir los abortos, ni para sancionar los que ocurren. Por ejemplo, en Colombia ocurren miles de abortos ilegales anualmente. Un reciente estudio del Instituto Guttmacher, que desde 2009 es colaborador oficial en salud reproductiva de la Organización Mundial de la Salud (OMS), evaluó en unos 400.000 los abortos voluntarios en Colombia. Sin embargo muy pocos de esos abortos son penalizados y muy pocas mujeres deciden no abortar por el temor a la sanción penal.
-Segundo, la penalización tiene en cambio efectos sociales muy graves, pues conduce a abortos clandestinos, en condiciones precarias, lo cual es riesgoso para la salud y la vida de las mujeres. Los países que han despenalizado el aborto han reducido significativamente esos riesgos. En Sudáfrica, las muertes ligadas al aborto se redujeron en 91 por ciento luego de una ampliación de las posibilidades de aborto legal[1].
-Tercero, la penalización del aborto es discriminatoria pues son las mujeres pobres quienes sufren mayoritariamente embarazos no deseados y quienes acceden a abortos en peores condiciones. Así, según el citado informe del Instituto Guttmacher, cada año el 30 por ciento de las mujeres colombianas que abortan clandestinamente (unas 132.000) sufren complicaciones de salud. Este porcentaje sube a 53 en el caso de las mujeres rurales pobres y es mucho menor (24 por ciento) en el caso de las mujeres de las ciudades que no son pobres.
-Cuarto, la despenalización amplia del aborto no conduce a su aumento, si se acompaña de campañas vigorosas de salud sexual y reproductiva para prevenir el embarazo no deseado. Por ejemplo, la tasa de abortos es de 32 por cada 1,000 mujeres en edad de gestación en América Latina, donde el aborto tiende a estar fuertemente penalizado. En cambio, esta tasa es de 12 por 1,000 mujeres en Europa Occidental donde el aborto es generalmente permitido[2], pero existen políticas de salud sexual y reproductiva vigorosas, con uso amplio métodos contraconceptivos, lo cual ha reducido notablemente el número de embarazos no deseados.
¿Será que podemos avanzar a un acuerdo razonable en torno a las anteriores premisas?
domingo, 7 de octubre de 2012
Las manifestaciones provida solo son útiles si..., por Manuel Morillo
Valiosísimo artículo de Manuel Morillo en Religión en Libertad.
Las Manifestaciones provida sólo son útiles si…
... la opinión pública movilizada se convierte en acción asistencial concreta ... la opinión pública movilizada se convierte en votos y apoyos a fuerzas políticas que cambien la legislación y actuén sobre las acciones de la AdministraciónUna manifestación de concurrencia masiva no es un triunfo si no se traduce en voluntarios y donativos para las asociaciones asistenciales, y en votos a las listas que se comprometen a remover la ley del aborto.
Luis Mª Sandoval mantenía en el XI Congreso Católicos y Vida Pública una tesis muy interesante en el asunto más polémico en la defensa de la Vida:Que la causa provida sea y deba ser apolítica es una de las afirmaciones más repetidas en su ambiente que, sin embargo, debe ser examinada.
La vida, convertida en cuestión política
En rigor el derecho a la vida, con todas las salvaguardas que incluye en sus distintas casuísticas (así la reproducción asistida, el aborto o la eutanasia), como derecho natural no puede ser objeto de la acción política, sino que debe ser servido por ella. Lo que corresponde a la política son las formas y medidas de gobierno para alcanzar mejor el bien común de una sociedad concreta.
La causa provida, en sentido intelectual y propio, es no política por ser prepolítica. Y en tanto que prepolítica, también, debe ser asumida por la política.
Otra cosa es que en la realidad de nuestros tiempos el debate político incluye, desde hace mucho, la discusión de aquellas cosas que debiera aceptar como previas y superiores, en otras materias ya antes que en ésta. La idea de que la irrestricta voluntad de los hombres, definida abusivamente como libertad, configura lo que es bueno y malo, lleva dos siglos de aplicación en el mundo occidental en nombre del liberalismo.Aborto, eutanasia y otros abusos son tentaciones que han existido siempre de modo particular. Y que han podido ser atendidas, también privadamente, por personas o asociaciones pequeñas y discretas. La existencia de una causa provida, tal y como la conocemos, es consecuencia de la tentativa –y de la consumación– de respaldar tales crímenes por la ley positiva.
En este sentido, de realidad práctica, la causa de defensa de la vida, enfrentada a la de la libre elección ilimitada al servicio de la muerte, sí es una cuestión política. Es, incluso, una de las cuestiones claves en el debate público y las decisiones políticas contemporáneas. Y los Papas más recientes han hecho de ella uno de los baremos irrenunciables de la acción política.
La causa provida, de hecho y en el sentido común del término, es una cuestión política, tanto o en mayor medida que asistencial.
Ineludibilidad de la política en la causa por la vida
Sin la aquiescencia de las leyes, estos crímenes contra la vida (es decir, los crímenes contra la vida allegada y débil) cometidos por conveniencia moderada y no por odio o codicia [1] no se habrían multiplicado exponencialmente. La promulgación de leyes al respecto ha sido el punto crucial en el arranque de estas plagas mortíferas.
Así, la impunidad legal ha permitido la difusión de tales conductas; y la mera existencia de tales leyes tiene un efecto pedagógico pervertidor de las
conciencias, que ha hecho de las conductas despenalizadas algo socialmente respetable; la legislación en tal sentido fue el objetivo real y simbólico de las fuerzas liberalizadoras progresistas, e igualmente, la movilización provida se ha suscitado por reacción al anuncio y la perpetración de tales leyes tiránicas.Por eso se debe repetir que la promulgación de leyes contra la vida ha sido, y es, el punto crucial de toda esta cuestión. Pero impedir que avance tal legislación, o efectuar su revocación [2], sólo compete a los legisladores, que son uno de los poderes del Estado. Y la actividad de las cámaras legislativas es claramente política. Sin política, la causa por la vida quedará en un pataleo banal que no alcanza la clave de la cuestión.
La inmensa mayoría de las actividades que consideramos provida son solamente acciones sobre la opinión pública. Es cierto que en un régimen
democrático la modificación de la opinión pública trasciende normal, directa y rápidamente al ámbito de las decisiones políticas, por lo que podemos considerar las acciones de opinión orientadas a la política, aunque no lo sean en exclusiva.Es claro que, junto a la acción política, la modificación de las costumbres es el otro elemento necesario para el buen fin de la causa. Lo que hace falta es no caer en la omisión de ninguno de los dos. Es estúpido, o cobarde, relegar la necesidad de la política a la presunta mayor potencia de la restauración social, y emprender ésta en exclusiva. Si las malas leyes tienen un efecto pedagógico negativo, no es posible entender que se niegue el efecto pedagógico positivo de las leyes a favor de la vida [3] , sin olvidar el efecto inmediato que éstas tendrán de salvación de las muchísimas vidas condenadas y ejecutadas por obra de la impunidad legal.
Las costumbres sostienen las leyes, que si no caen en el descrédito. Y las leyes salvaguardan las costumbres de la erosión del pecado original y sus consecuencias. Ambas crecen reforzándose recíprocamente. Y ambas han de crecer en la realidad simultáneamente.
Las acciones por la vida: específicas e indirectas
Es un hecho que la amenaza de la legislación cataliza muchas más reacciones que el simple conocimiento de los cambios sociales (sean noticias de casos destacados o publicación de estadísticas). Y es otro hecho que esas reacciones se dirigen contra dichas “leyes” [4] mucho más que a participar directamente en la salvación de vidas concretas. Aunque puede ser también que tales reacciones no deriven en ningún avance real de la causa por la vida.
Convendrá analizar la naturaleza exacta de la acciones propias de la causa provida. Limitémonos al crimen del aborto. Respecto a él existen sólo
tres grandes géneros de acciones favorecedoras de la vida.• La primera es la acción asistencial concreta
Son las acciones singulares realizadas para salvar a un nasciturus concreto que corre el riesgo de ser abortado. Acciones dirigidas a la madre concreta para persuadirla, ayudarla y acompañarla hasta que de a luz y acepte al hijo o lo de en adopción. Ayuda médica, psicológica, económica y afectiva para ella y el grupo familiar [5] . Y, ayuda fundamental que se suele omitir, de orientación moral: no se trata sólo de “te ayudamos si quieres”, sino de “te explicamos que no debes”. Obra de misericordia principalísima, repetida pero siempre singular.
Para realizar estas acciones directamente salvadoras de vidas concretas se crean asociaciones pequeñas, activas y discretas (y además pobres, por todo ello), centradas todos los días en las vicisitudes de las embarazadas en riesgo de cometer aborto [6] en ese momento. Para ello se complementan los anuncios dirigidos a las embarazadas, los teléfonos que atienden el día completo llamadas de embarazadas que quieren abortar (o que están deseando recibir un apoyo para no hacerlo), los voluntarios y los profesionales que las atienden desinteresadamente, y las residencias –generalmente religiosas– donde muchas terminan siendo acogidas.
El fruto de esta acción es innegable, directo y visible, aunque sólo crece de unidad en unidad. Esta acción requiere el compromiso de nuevos voluntarios (faltan manos y hay tarea para todas las que se presenten) y donativos (mejor si son regulares para asegurar mínimamente un presupuesto continuo)
• La segunda es la acción general política
Es la acción desarrollada en las instituciones públicas para “eliminar las leyes inicuas”[7] , y promulgar las justas leyes que convienen al caso: sociales de protección de la maternidad, el nasciturus, la infancia y la familia, y penales de persecución de los implicados en el crimen del aborto según su responsabilidad [8] . Acción que se completa velando por la debida aplicación de las normas. En cambio, no es acción propiamente política el libramiento de subvenciones a las asociaciones privadas provida desde las diversas instancias públicas [9] .
La acción provida política, para llegar a efectuarse, requiere un arduo empeño preliminar: presentar candidaturas de neto programa provida, y desarrollar las campañas electorales precisas para acceder a los cuerpos legislativos.
Lo más característico de la acción política es su gran envergadura. El cambio de legislación sin duda salvaría decenas de millares de vidas anuales, incluso si existiera el nivel de abortos clandestinos que propalan los abortistas; y muy probablemente salvaría más vidas todavía. Ningún militante de las asociaciones asistenciales provida abriga ninguna duda al respecto [10] . Como contrapartida, el fruto no puede ser gradual: la recompensa de un cambio político será enorme, pero brusca: hasta que consiga el éxito, el esfuerzo acumulado no hará sino reclamar nuevas inversiones de esfuerzos.
Se puede comprobar que los dos géneros de acciones que realmente salvan vidas (la tentación de escribir frases abstractas y ampulosas, como “hacen avanzar la causa de la vida” debe ser evitada) son realmente complementarias y simultaneables:
- La acción asistencial salva cada día pequeños números de vidas; la acción política salvará, cuando triunfe, gran cantidad de ellas.
- La acción asistencial requiere voluntarios cotidianos y tiene muy poco lugar para que los simpatizantes pasivos contribuyan a la causa; por el contrario, los voluntarios de la acción política –posiblemente de actitudes todavía más pugnaces que los voluntarios asistenciales–, sólo necesitan para cosechar fruto que los simpatizantes más tibios les voten simplemente un día de tarde en tarde.
Subrayemos que colaborar en la acción asistencial requiere un auténtico compromiso en donativos y en horas de voluntariado idóneo que no todos pueden ni están dispuestos a prestar [11] . En cambio, el prometedor fruto de la acción política procede, simplemente, de que un número suficientemente amplio de simpatizantes haga uso del derecho al voto en un sentido determinado, sin esfuerzo adicional.
Volvamos a nuestra enumeración, puesto que dijimos que existía un tercer género de acción, que pasamos a analizar.
• La tercera es una acción genérica y sólo mediata: la publicitaria
La propaganda, en sí misma, es común a muchos otros objetivos, incluso opuestos, y comprende los variadísmos métodos empleados para la difusión de las ideas y objetivos del movimiento provida: folletos, películas, conferencias, cachivaches, charlas, manifestaciones, amén de todo tipo de iniciativas originales que se le pueda ocurrir a alguien, ya fuera “Colores por la vida” o “Sonidos por la vida”, “Universitarios por la vida” o “Guarderías por la vida”.
Posiblemente es ésta la parte de la causa provida más visible para todos, la que acapare una gran proporción de esfuerzos, y, sin embargo, la que, por su propia naturaleza, nunca ha salvado ni salvará directamente una sola vida, sino sólo en cuanto desemboca en favorecer una de las dos anteriores.
Esto último es una verdad incómoda que pocos se resignan a aceptar, insistiendo en la utilidad de este género de acción, que no negamos, sin comprender lo que verdaderamente queremos decir. Pero así como es una verdad incómoda, es, mucho más todavía, una verdad que es necesario enunciar y tener en cuenta.La difusión de sus ideas, por sí misma, no hace avanzar la causa provida. La mera simpatía no ayuda si no se traduce en acción. Se trata de mover a los que reciben la propaganda contra el aborto a actuar contra él. Una manifestación de concurrencia masiva no es un triunfo si no se traduce en voluntarios y donativos para las asociaciones asistenciales, y en votos a las listas que se comprometen a remover la ley del aborto.
Se dirá que siempre será bueno que las ideas provida estén más difundidas. Pero no hay que ver nunca la difusión sin considerar su fruto, como un fin en sí mismo. Ni se puede caer en la espiral de hacer propaganda para llenar manifestaciones que, a su vez, permitan más medios para propaganda más elaborada que convoque concentraciones mayores..., y así sucesivamente, sin plantearse nunca el fin natural de toda propaganda, divulgación o “concienciación”: promover una acción.
Lo que se necesita es impulsar las acciones contra el aborto descritas antes. Una charla o una película puede atraer y entretener, y hasta convencer, pero se trata de que mueva a obrar apoyando las acciones sociales y políticas antes descritas. Si llamar explícitamente a esa colaboración no se convierte en el estribillo con que se cierre toda propaganda antiabortista de cualquier género, se estaría fomentando el lamentable equívoco de aquéllos que, después de haber hablado (o concurrido a una manifestación), creen haber obrado.
La propaganda no es un fin en sí misma. La nutrida audiencia no es un éxito en sí mismo. Lo será sólo cuando desemboque en una acción: voluntariado (la más exigente), donativo puntual o regular (que no tiene por qué ser gravoso), y voto (la más fácil y espaciada, la que puede tener una repercusión mayor, y la más traicionada).
Veámoslo de otra manera. ¿Quién hace más por la causa provida? ¿El que no se pierde manifestación pero no colabora con su tiempo ni su dinero, o el que no puede ir a ellas –o no lo necesita– pero no falla en su compromiso regular de uno u otro género? ¿El que abunda en pegatinas y folletos pero el día de votar se abstiene por pereza o mantiene su apoyo al mal [12] , o el que sin ostentación vota indefectiblemente a candidatos contrarios al aborto para que finalmente lleguen a ser elegidos? Lo más triste que puede existir es una persona que hace profesión provida 364 días al año y no vota provida el único día en que podía hacerlo.
Meditémoslo: ¿qué nos dice Jesús en el Evangelio de aquellos dos hermanos a los que su padre mandó ir al campo? (Mt. 21,28-31).
Recapitulando: una pequeña (y barata) actividad de la que salen dos nuevos voluntarios, treinta donativos y veinte intenciones de voto es mucho más fructífera [13] que una manifestación masiva donde los donativos no llegan a cubrir los gastos y en la que ningún orador hace alusión siquiera a la necesidad de comprometerse personalmente y de votar bien [14] .
Sin el anterior planteamiento, la propaganda provida produce y producirá autoengaños. No se trata de que la gente grite a coro durante un rato “¡Viva la vida alegre y divertida!” y crea haber hecho algo, sino de que interiorice la necesidad de un compromiso, aunque no lo grite. No se trata de que las publicidades tengan diseños atractivos (lo cual es bueno), ni de que las afluencias crezcan (que es muy bueno) y ahí se quede todo, sino de que las acciones que salvan vidas, la asistencial y la política, se fortalezcan como consecuencia.
Al revés incluso: puede suceder que la propaganda se convierta en un fin en sí misma, en un compromiso que repetir periódicamente aunque absorba las energías de la organización con independencia de su fruto, y también en objeto de encariñamiento y vanagloria inconsciente para los organizadores. Las acciones propagandísticas deben estar clara y eficazmente al servicio de las acciones provida específicas y directas en todo momento.
Acciones directas contra el aborto sólo hay dos, y cuanta propaganda no encamine expresa e insistentemente a ellas redunda en pérdidas de tiempo, desvío de los escasos fondos, y mayor conformismo con las leyes tiránicas y quienes las mantienen.
Una aplicación práctica: Las manifestaciones provida y el apoliticismo
Un caso concreto permitirá trasladar las nociones de esta comunicación en aplicaciones prácticas, tal y como acabamos de abogar.
En las manifestaciones provida se plantean más de una vez incomprensiones por su pretendida apoliticidad. Acuden, con sus insignias y propaganda, partidos políticos de programa provida que molestan, al parecer hasta la ofensa y ofensa grave, a las asociaciones convocantes que se dicen heridas en el apoliticismo propio y en el de la causa provida en sí. De ello surgen incomprensiones y heridas recíprocas.
Las asociaciones sectoriales provida alegan el apoliticismo de su causa, un aprovechamiento injusto, y pretenden distanciarse al máximo.
Analicemos cada punto.
¿Es virtud el apoliticismo?
Las asociaciones sectoriales provida, siendo todas católicas aun las que se presentan como aconfesionales, parecen no haber escuchado a los Papas alabar y alentar el compromiso político, lo cual no es sino de orden natural.
El apoliticismo no es un bien natural. No se encontrará en ningún catálogo de virtudes. Ni tampoco en ninguna lista de mandamientos. De suyo la apoliticidad, respecto de aquello que puede ser político [15] , es una carencia o una renuncia. En cambio, el compromiso político –siempre por una opción determinada, pues no puede ser de otro modo– sí es una virtud y nos es exhortada por la Iglesia.
La virtud que corresponde aquí a las asociaciones sectoriales provida no es el apoliticismo, sino el apartidismo, la neutralidad. Desde luego, no la neutralidad entre los partidos políticos provida, los indiferentes, y los rabiosamente promotores de la elección de la muerte. Sólo la neutralidad entre los partidos oficial y expresamente provida.
Si la organización de una actividad no es precisamente la de uno de esos partidos –lo que también ocurre– parece que debería tratarse en ella a todos por igual, pero igual de bien. ¿O es que no se desea que los partidos asuman la causa provida?
Siendo un partido político una asociación lícita, y si su compromiso no es falaz, no cabe en justicia discriminarle respecto a cualquier otra adhesión colectiva. En realidad, a veces parece que lo que se quiere es guardar otra neutralidad: entre los partidos que concurren y los que no lo hacen ni lo harán porque programáticamente no defienden la causa provida, si acaso representan el mal menor. En ese caso, son los organizadores los que incurren en la injusticia de la discriminación por motivos inconfesables, y en el error, además, de“esperando agradar a los que no venían”, defraudar a los que son providas por derecho[16] .
Si sólo comparece como provida un partido, bien en una manifestación, bien en la entera vida pública de una nación, no por ello su diligencia debe ser ocultada en lugar de ensalzada o respetada. Siempre se puede aludir a los hoy presentes junto a los que no han podido venir, o pueden existir. Pero vetarlos, echarlos o silenciarlos, ¡no!
Aprovechados y tacaños
“Si quieren tener su manifestación que se la organicen ellos, pero que no se aprovechen de la nuestra”. Éste es el otro argumento recurrente en la cuestión.
Ahora bien, como nos hemos detenido en explicar primero en abstracto, lo propio de las actividades propagandísticas provida es que den fruto para las actividades asistencial y política, y no se queden en sí mismas. Si la organización de un acto no facilita a los asistentes información acerca de las asociaciones con las que pueden colaborar o los políticos a los que puede votar –que sería lo deseable–, ¿debe también impedir que se conozcan como tales y contacten entre sí? Que otros saquen provecho del acto, si éste se desarrolla según lo esperado [17] , ¿en qué perjudica a los organizadores? Se trata de un fruto colateral de la reunión de personas de intereses semejantes que de otro modo se perdería sin beneficio para nadie.
En una sociedad en que la conciencia ecológica del reciclado de los objetos materiales es tan valorada, resulta chocante mantener el principio de que ciertas oportunidades legítimas de propaganda no deben ser aprovechadas. Más que a los “aprovechados” debería denunciarse a ciertos tacaños hasta de sus sobras, puesto que en lo que no pueden aprovecharlas vedan a otros hacerlo en nombre de cierta propiedad privada sobre los asistentes y lo que éstos deben ver [18] .
Es cierto que sí debería evitarse o impedirse tal aprovechamiento si fuera para una opción política que sólo buscara captar votos pero no mantuviera realmente un programa provida, pero no suele ser ése el caso que tanto excita a los apolíticos; todo lo más sucede que los partidos que concurren como tales a los actos provida –y también los organizan– poseen un programa propio y más amplio, o no son parlamentarios, pero ninguna de esas circunstancias es legítimamente descalificadora [19] .
Lo cierto es que los que no quieren “aprovechados” desean en realidad un “aprovechamiento” –mayor o menor– unilateral y en sentido contrario: que los partidos programáticamente provida movilicen a sus militantes para que éstos, a “título personal” engrosen las iniciativas apolíticas.
El fondo: una cuestión política, moral y eclesial
Ni el apoliticismo ni el presunto parasitismo son argumentos justos ni sólidos porque no son las razones verdaderas de fondo, sino subterfugios. Es a muy determinados partidos políticos, por su identidad, a los que se rechaza.
Y ello por mantener ideas lícitas y con el agravante escandaloso de la proximidad real de los rechazados, en las ideas y las personas. Los partidos que ofenden tanto a los providas apolíticos resultan estar constituidos íntegramente por providas convencidos, y entre sus militantes el porcentaje de voluntarios provida que actúan en asociaciones del género es muy superior a su peso electoral. Es como si por estar seguros de que su compromiso es seguro se les pudiera maltratar y preterir.
¿Por qué el apoliticismo sesgado de tantas asociaciones provida?
• Por la afición al disimulo en nombre de propósitos buenos y la supeditación de la justicia a la táctica. Se trata de repetir el mantra del apoliticismo y la aconfesionalidad[20] para obtener los resultados que abiertamente se creen inalcanzables. No importa que no se engañe a casi nadie, sino a los propios; un poquito de voluntad de engañar para atraer... se considera justificado. Camino en el que todo es empezar.
• Para no contaminarse con los réprobos –lo sean por justo motivo o sin él– lo más seguro es unirse a los censores establecidos. Algo así como “si a ese partido lo tildan de extrema derecha, para no ser contaminados debemos extremar nuestro distanciamiento de él”. La actitud del provida apolítico respecto del provida político está mucho más allá de la superioridad del fariseo sobre el publicano (Lc. 18,11): en la de unirse a la expulsión del chivo expiatorio (Lv. 16,20-22).
Benedicto XVI, clara, reciente y dolidamente, lo ha expresado así:
“A veces se tiene la impresión de que nuestra sociedad tenga necesidad de un grupo al menos con el cual no tener tolerancia alguna; contra el cual pueda tranquilamente arremeter con odio. Y si alguno intenta acercársele –en este caso el Papa– también él pierde el derecho a la tolerancia y puede también ser tratado con odio, sin temor ni reservas” [21] .
Sin duda, uno de esos grupos es la “extrema derecha” católica y política.
De todos modos, creemos que la causa es más profunda que un desorden afectivo y moral de cualquiera de los dos géneros anteriores. Tales defectos pueden concurrir, pero sobre una divergencia ideológica de fondo. La expuso con claridad Jean-Louis Bruguès, Secretario de la Congregación para la Educación Católica:
“Existe ahora en las Iglesias europeas, y quizás también en la Iglesia americana, una línea divisoria, a veces de fractura, entre una corriente ‘conciliadora’ y una corriente ‘contestataria’. La primera nos lleva a observar que existen en la secularización valores de fuerte matriz cristiana, como la igualdad, la libertad, la solidaridad y la responsabilidad, razón por la cual debe ser posible llegar a acuerdos con tal corriente y a identificar los campos de cooperación. La segunda corriente, por el contrario, invita a tomar distancia. Considera que las diferencias o las oposiciones, sobre todo en el campo ético, llegarán a ser cada vez más marcadas. En consecuencia, propone un modelo alternativo al modelo dominante, y acepta sostener el rol de una minoría contestataria.
La primera corriente ha resultado ser la predominante luego del Concilio; ha proporcionado la matriz ideológica de las interpretaciones del Vaticano II que se han impuesto a fines de los años sesenta y en la década siguiente. Las cosas se han invertido a partir de los años ochenta, sobre todo –pero no exclusivamente– por la influencia de Juan Pablo II. La corriente “conciliadora” ha envejecido, pero sus adeptos detentan todavía los puestos claves en la Iglesia. La corriente del modelo alternativo se ha reforzado considerablemente, pero todavía no se ha convertido en dominante. Así se explicarían las tensiones del momento en numerosas Iglesias de nuestro continente” [22] .
Reconciliación católica
Las tensiones dentro del movimiento provida reflejan esas posturas. Lo que se precisa, y está pendiente, es la reconciliación interna de los católicos y la inserción armónica de la causa exclusivamente provida en el conjunto de la obra de restauración católica de la sociedad, de la que forma parte natural, junto con muchas otras obras, igualmente dignas e importantes, entre ellas la política.
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[1] De suyo no sólo son crímenes contra el anciano o el nasciturus, sino contra el propio hijo y el propio padre. Y el móvil profundo es la simple comodidad de los supervivientes.
[2] Juan Pablo II, al referirse a “cuando no sea posible evitar o abrogar completamente una ley abortista” está marcando implícitamente el objetivo político irrenunciable de los católicos consecuentes (Evangelium vitae, 1995, § 90).
[3] “Si las leyes no son el único instrumento para defender la vida humana, sin embargo desempeñan un papel muy importante y a veces determinante en la promoción de una mentalidad y de unas costumbres” (JUAN PABLO II. Evangelium vitae,1995, § 90)
[4] Incidentalmente, recordemos que las disposiciones tiránicas no son leyes.
[5] Derivadamente, la causa provida se extiende, como es el caso de la Asociación de Víctimas del Aborto, a la atención a las mujeres que abortaron en su momento y padecen el muy real y extendido SPA (Síndrome Post Aborto). La caridad cristiana es la única que se ocupa del dolor de estas personas que, una vez pagada la intervención fármaco-quirúrgica los abortistas, no vuelven a interesar a éstos.
[6] No decimos “en riesgo de abortar”. Se repite muy a menudo que el aborto es un drama para toda mujer. Lo dicen de dientes para fuera hasta los abortistas, y se ha recogido por sus oponentes como si la frase fuera un fundamento sólido. En realidad, hay muchas mujeres que lo comprenden así demasiado tarde, y aun con mucho retraso, pero no en el momento. El aborto no siempre es un drama consciente para la madre, pero siempre, sin excepción, es una tragedia para el no nacido eliminado. Hay que dar a las cosas su dimensión exacta y no buscar el consenso fácil.
[7] JUAN PABLO II. Evangelium vitae, 1995, § 90.
[8] La descrita es la única acción política propia de nuestro caso. “Hay que eliminar las causas que favorecen los atentados contra la vida, asegurando sobre todo el apoyo debido a la familia y a la maternidad: la política familiar debe ser el eje y motor de todas las políticas sociales [...]” (Evangelium vitae, § 90).
Como acción política eventual, y meramente provisional, debe añadirse el apoyo a disposiciones abortistas más restricitivas que las vigentes, según la enseñanza de Juan Pablo II (Evangelium vitae, § 73). Aunque es de destacar que las restricciones con que el Papa enuncia la posibilidad, ante el concreto problema de conciencia que se suscita al apoyar un mal verdadero, siquiera sea menor, son omitidas por algunos divulgadores interesados: se trata de un voto parlamentario ante un proyecto de ley, no de un voto popular a una candidatura con postura restrictiva en vez de abrogadora; cuando no sea posible abrogar completamente la ley; y cuando sea pública –es decir, cuando no se actúe con subterfugios– la absoluta oposición personal al aborto.[9] Dejando aparte la validez del modelo existente de organizaciones no-gubernamentales dependientes de la subvención gubernativa, la acción política es aquélla que característicamente no se puede efectuar de otra manera: la acción mediante la legislación. La financiación de la acción asistencial puede ser –y a veces necesitará ser– completamente privada. La subvención pública incide sobre la misma acción anterior, y realizada además por los mismos agentes, por lo que no constituye la acción específica de la esfera política en esta materia.
[10] Sin embargo, para muchos simpatizantes de la causa provida de formación deficiente la necesidad de leyes y sanciones se les escapa: tuve la experiencia de asistentes a manifestaciones contra la despenalización del aborto que decían que no querían su penalización, sólo “que no haya abortos”. ¿Cómo?
[11] Sería simplista considerar que la causa de la vida es la fundamental por la que todos los cristianos deberían comprometerse, al menos económicamente, en primer lugar. Es natural que cada cual tenga sus preferencias, y que todas las asociaciones caritativas de distintos fines sean ayudadas, por lo que las posibilidades de muchos se agotan sin poder alcanzar también la causa provida.
[12] Un mal es un mal en todo caso. También es cierto que todo mal puede ser presentado y visto como menor con sólo buscar el punto de comparación adecuado. Sucede que también es cierto que, con esa dinámica, lo que era un mal grande a combatir ayer se convierte en mal menor de hoy con el que nos conformamos y por eso se apoya. Sólo lo que es intrínsecamente bueno no falla ni decepciona.
[13] Y, por lo tanto, estrictamente hablando, más eficaz propagandísticamente.
[14] La discreción sobre las opciones disponibles es aquí falsa modestia, porque es mayoría la gente a la que hay que informar de cómo puede obrar, máxime si es gente a la que se acaba de convencer de que debe hacerlo. Recordemos como la gente se aproximaba a Juan Bautista preguntándole “¿qué debemos hacer?” (Lc. 3, 10-14).
Y tampoco es sectario: bastará con recordar a cuantas asociaciones existen y concurren, y a cuantas candidaturas han comunicado su postura provida. Si eso se hace siempre y sin discriminaciones existirá la conveniente orientación sin sectarismo ninguno.[15] No vamos a repetir aquí cuanto hemos dicho poco más arriba acerca de que en el presente la defensa de la vida se ha convertido en controversia política.
[16] La idea es de Benedicto XVI y se refiere, más en general, a ciertas tácticas difundidas entre los católicos:
“Apreciados hermanos, en las décadas posteriores al Concilio Vaticano II, algunos interpretaron la apertura, no como una exigencia del ardor misionero del Corazón de Cristo, sino como un paso a la secularización, vislumbrando en ella algunos valores de gran densidad cristiana como la igualdad, la libertad, la solidaridad, mostrándose disponibles a hacer concesiones y a descubrir campos de cooperación [...] Sin darse cuenta se cayó en la autosecularización de muchas comunidades eclesiales; éstas, esperando agradar a los que no venían, vieron partir, defraudados y desilusionados, a muchos de los que formaban parte de ellas”. BENEDICTO XVI. Discurso de la visita “ad limina” de los obispos del Oeste de Brasil. 7-IX-09.
[17] Y no escribimos “si obtiene el provecho deseado”, porque muchos actos provida se plantean para cierta concienciación indefinida, y no se enfocan hacia los únicos provechos concretos posibles.
[18] Y para una moral cristiana es aún menos justificable la envidia de que otros puedan obtener provecho de lo que no te quita nada, cual los jornaleros de la viña (Mt. 20, 13-15). Jesús no dejó de recomendar “dad de balde lo que recibisteis de balde” (Mt. 10, 8) o recoged las sobras “para que nada se pierda” (Jn. 6, 12).
El Deuteronomio ya decía: “no pondrás bozal al buey que trilla” (Dt. 25, 4), como establecía que los dueños no fueran exhaustivos en la recolección, permitiendo el espigueo (Dt. 24, 19-21).[19] Obsérvese que en el caso que contemplamos alcanza a ofender a los “apolíticos” la simple participación de militantes de partidos políticos con los emblemas del mismo, sin lemas ajenos a las convocatorias.
En cambio, las justas circunstancias descalificadoras cuadran perfectamente con mantener el provecho que los partidos del mal menor –que no son provida– obtienen del voto de los providas por desconocer la existencia de alternativas políticas provida. Se trata de una complicidad cierta, jaleando a esos partidos por cualquier participación “a título personal”, pero invisible en cuanto omisión.[20] Así también, el llamar feminista a la causa provida, etc.
[21] Carta de Su Santidad Benedicto XVI a los obispos de la Iglesia Católica sobre la remisión de la excomunión de los cuatro obispos consagrados por el arzobispo Lefebvre. 10-III-09.
[22] “Discurso a los rectores de los Seminarios Pontificios”. En L’Osservatore Romano de 3-VI-09.