Como lo previmos desde el momento en que recibimos la noticia de la cancelación del ‘Ciclo Rosa Académico’, los medios de comunicación liberales han dado inicio su arremetida contra la Iglesia Católica, especialmente contra este proyecto y todos los fieles laicos que lo acompañan. Por lo visto, no solo no toleran la vivencia pública de la fe y la incidencia social del hecho religioso, sino que tampoco ‘conceden’ a la Iglesia la libertad para regir los espacios que ella misma se ha construido.
En primer lugar, debemos desmentir a Carmen Millán, coordinadora del Instituto Pensar, que en diálogo con la revista Semana, asegura que “después de esa entrevista [De ACI Prensa con el P. Múnera] comenzó una campaña por parte de la organización voto católico, en donde amenazaban con hacer un plantón en la universidad y agredir a los organizadores”. Desde Voto Católico Colombia, nunca se han enviado tales mensajes ni se ha amenazado en tal sentido, tampoco por parte de los 830 firmantes a la petición pública. Todos los mensajes que fueron enviados a la Universidad, y los comentarios de los firmantes, pueden leerse públicamente en la página de Change.org, la cual certifica que lo que está ahí es lo que se envía, y puede dar copia de todos los mensajes y comentarios enviados. La Sra. Carmen Millán comete una difamación y tendremos que comunicarnos con ella para pedirle una rectificación.
No se entiende cómo siguen dándole cuerda al cuento de que el Ciclo Rosa era un espacio académico cuando las evidencias de lo contrario no hacen más que aumentar con el pasar de los días:
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Si se revisa el perfil los Invitados internacionales al Ciclo Rosa, se verá que no aparece el perfil académico de los mismos, más allá de la mera mención marginal de su profesión. Tal perfil académico puede existir o no, pero en todo caso no es la razón por la cual son invitados al evento, sino que se destaca exclusivamente su historial como activistas políticos: “voluntaria en el programa de formación de activistas transfeministas”, “coordinadora política del proyecto transgénero”, “está trabajando para conseguir cambiar la ley del registro civil”, etc.
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El Ciclo Rosa no era un foro, ni un debate, ni un conversatorio o espacio de discusión. Basta con consultar la programación del evento, para darse cuenta que ninguna de estas figuras, ni alguna otra que evoque la confrontación de ideas, aparece en la programación. Todos los espacios del Ciclo Rosa resaltan por su unilateralidad, ni siquiera se muestra la posibilidad de que los asistentes al evento participen o hagan preguntas. Que esto sea considerado “académico” por muchos, desdice mucho de lo que se entiende hoy por academia o por debate.
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Si a esta modalidad unilateral de “discusión” se agrega que todas las conferencias y ponencias del evento expresan únicamente un punto de vista, una sola perspectiva, la ideología de género, entonces es innegable que lejos de ser una investigación de un fenómeno socio-cultural, estamos ante la promoción acrítica de un discurso político. Valga de una vez la aclaración de que nadie se está oponiendo al estudio del fenómeno LGTB, mal haría la Universidad que cerrase sus ojos ante la realidad social actual, sino que rechazamos la manipulación de los espacios académicos para la instrucción unilateral en una ideología y un discurso político, que además contraviene directamente los principios católicos en que dice fundarse la universidad.
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Esto que decimos, es confirmado por nada menos que por el P, Gerardo Remolina S.J., ex rector de la Universidad Javeriana, que en su libro “Voces de un Vigía” critica como un “error” en el Ciclo Rosa, el “no programar paneles, mesas redondas, foros o seminarios, es decir, debates” entre posturas divergentes. También lo admitió directamente el P. Múnera que en diálogo con ACI Prensa dijo que “En los temas conflictivos no se pretende hacer polémica, y cuando se establecen en formas de contrastes se genera la polémica. Por eso preferimos hacer un análisis en sí mismo y no establecer la polémica”, así mismo, en diálogo con la W admitió que “La tendencia a participen personas y grupos de otros sectores” fue lo que motivó la cancelación del mismo.
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Así mismo, la orientación del Ciclo Rosa hacia una agenda política concreta, es reconocida por los mismos organizadores del evento. En El Espectador, José Fernando Serrano lo define como “Un espacio cultural que tiene lugar desde el año 2001 en Colombia y cuyo fin es la promoción de los derechos de las personas LGBTI”. Así mismo, en un documento difundido por la cuenta @cracademico los organizadores consideran como logros del evento “Articular una gama diversa de organizaciones e instituciones en pro de la diversidad sexual y de género”, y cuentan que “En la variedad de formas en que se expresa el activismo por derechos, Ciclo Rosa hace una propuesta que articula actores interesados en el cambio social”. Más claro, agua.
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Como si fuera poco, en el mismo texto, dicen “La posibilidad de las exhibiciones del Ciclo Rosa como lugar de levante-cruising hace parte también de la apropiación y uso que de ellas hacen las personas y que rebasan un objetivo meramente de presentación de una oferta cultural. Más bien, se trataría de una yuxtaposición de usos y sentidos en un mismo espacio (un sentido de oferta hecho desde la promoción cultural y un uso de ella hecho desde las personas)”.
En resumen, el ‘Ciclo Rosa Académico’ no era un espacio de discusión o debate con la presentación de diversas perspectivas o puntos de vista, sino que estaba compuesto por conferencias y ponencias unilaterales donde sólo se promovía una única ideología, pues el Ciclo Rosa, lejos de enfocarse en el estudio de los temas, promueve abiertamente un activismo, un discurso y agenda política determinada, además de servir como espacio para la concertación de encuentros sexuales como ellos mismos lo reconocen. Julio Sánchez Cristo o Fidel Cano pueden seguir insistiendo en decir que el Ciclo Rosa es un espacio de “debate académico”, pero esto sólo nos deja ver el concepto tan restringido y adoctrinante que tienen de la Universidad.
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